MAC/20: Minas y Comunidades

El Pueblo Inmune A La Fiebre Del Oro

Published by MAC on 2005-10-31
Source: http://www.elfaro.net

El pueblo inmune a la fiebre del oro

31 de octubre de 2005

Por Carlos Martínez
http://www.elfaro.net/Secciones/noticias/20051031/noticias2_20051031.asp

San Salvador -Tobías estaba ayudando a su vaca a parir cuando vio por primera vez a aquellos hombres que caminaban sobre su propiedad. “Andamos buscando minas”, le dijeron. Su respuesta fue natural: “Ah, no, aquí minas ya no van a encontrar porque después de la guerra desminaron toda esta zona”.

Era septiembre y por primera vez los extraños explicaban el motivo de su presencia. “No, las minas que nosotros buscamos son minas de oro”, le replicaron.

Se trataba de una cuadrilla de empleados de la empresa minera Martinique Minerals de El Salvador SA. de CV., que tenía más de tres meses explorando el territorio de San José Las Flores, municipio de Chalatenango.

La empresa, subsidiaria de la canadiense Gold Martinique, había obtenido en mayo una licencia de exploración para 49 kilómetros cuadrados en la zona conocida como Ojo Blanco, que abarca cinco municipios chalatecos. Un mes después, los exploradores comenzaron a patear terreno. Terrenos que son propiedad, en su mayoría, de los vecinos de “Las Flores”.

Antaño, este municipio de 26 kilómetros cuadrados, estaba ubicado justo en el epicentro de la guerra y todos, o casi todos sus pobladores, colaboraron, con o sin fusil, con las milicias de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). De hecho, la estructura de la administración del poder es una de las herencias del conflicto: el alcalde comparte autoridad con la directiva comunal, que es el verdadero mando del pueblo.

Hasta el encuentro con Tobías, en Las Flores se comentaba que alguien había estado rompiendo los cercos que dividen las parcelas. “Me comieron las vacas media manzana de maicillera. Se me pasaron como seis animales a comerme el maicillo, porque cortaron el cerco”, recuerda Felipe Tobar.

Los empleados de Martinique Minerals tuvieron mal tino a la hora de escoger los cercos que rompieron. Felipe es el presidente de la directiva comunal y Tobías es miembro del concejo municipal. El alambre cortado fue solo el primer episodio de una larga lista de hostilidades entre Las Flores y los buscadores de oro.

Las espinas de Las Flores


Ya ha pasado más de una década desde que los guerrilleros bajaban de las montañas para bailar en la plaza central de San José Las Flores. Un destartalado equipo de sonido se conectaba a una batería de camión, los fusiles eran apilados bajo el único aro de la cancha de baloncesto y los combatientes esperaban turno para bailar con alguna de las escasas milicianas. Eran noches de bullicio y el pueblo entero se desvelaba para atender a “los compas”.

Cuando no era baile era velorio. Cada cierto tiempo llegaba a la iglesia el cadáver de algún guerrillero, que, invariablemente, resultaba ser el hijo o el padre de alguien del pueblo. Si el Ejército lograba llegar, Las Flores se convertía en un pueblo fantasma. En las calles no quedaban ni los perros y tras las ventanas cerradas acechaban ojos desconfiados. Para nadie era un secreto que el pueblo entero era “base” de la guerrilla.

Trece años después de la guerra ya no quedan agujeros de bala en las paredes y los baches dejados por bombas de 500 libras han sido reparados. El pueblo tiene ahora una cara moderna.

La cancha que sirvió de pista de baile para el ejército rebelde ahora está iluminada y en la plaza central se ha construido un elegante quiosco donde los hombres se reúnen a fumar y a jugar cartas al final de la jornada. Las noches de San José las Flores son una algarabía de niños jugando o un repetido rito de cortejo adolescente, bajo la complicidad de las sombras que proyecta una farola.

Para completar este escenario idílico, hay algunos detalles que parecen estar puestos para recordar al visitante el verdadero carácter del pueblo: flanqueando la entrada de la plaza, un tigre y un león de concreto muestran sus dientes en un gesto rabioso. Al pie del quiosco descansa un lanzador de morteros de 120mm, recuerdo de alguna batalla ganada.

En un primer vistazo, Las Flores bien podría pasar por una de las felices aldeas Hobbits que Tolkin describe, aunque, luego de conocer su compleja organización comunal, también recuerde al más estricto de los Soviet. De esto se enteró tarde el representante de Martinique Minerals, el estadounidense Robert Johansing.

“No es no”

En el pueblo hay reglas que todos, absolutamente todos, deben acatar. Por ejemplo, está prohibida la venta de licor, y las cervecerías pueden despachar hasta las diez de la noche. Quizá resultado de la estricta observancia a la disciplina, las maras aparecen solo en los noticieros y, desde la firma de la paz, se han reportado dos homicidios.

Durante la campaña presidencial Ojo Blanco fue célebre por la particular bienvenida que le ofrecieron al entonces candidato arenero Antonio Saca. La comitiva de vehículo fue recibida por una nutrida lluvia de piedras y avispas. Los habitantes de las Flores, claro, se sumaron al comité de bienvenida.

Las decisiones importantes las toma la directiva comunal previa consulta abierta. Los representantes son electos a través de voto secreto y directo para un período de dos años. El alcalde es solo una opinión más en las reuniones semanales de la directiva.

Desde hace poco hay una nueva regla: nadie negocia nada con los mineros. Y en este caso “nadie” y “nada” tienen un valor bastante literal.

Después de enterarse del propósito de los extraños, los dirigentes se dedicaron a investigar sobre la explotación minera. Contactaron a Miguel Vásquez, párroco de un municipio vecino que conoció de cerca una experiencia minera en Panamá; consiguieron videos, se comunicaron con algunas comunidades guatemaltecas, se hicieron asesorar por ONG ambientalistas y llegaron a una conclusión: las minas son inconvenientes y no se les va a permitir operar, ni explorar, ni visitar la zona.

“Están manipulados, es gente que nunca salió del período de la guerra, se les ha metido que ahora son expertos en minas y le fueron a decir a la gente que nosotros íbamos a abrir un hoyo de 49 kilómetros cuadrados y que íbamos a contaminar toda la zona”, se queja Vidal Recinos, promotor de la compañía en el municipio.
Recinos es conocido en la zona por su seudónimo de guerra, “Felipón”, recuerdo de sus días como dirigente del batallón guerrillero de fuerzas especiales, K-93.

En su intento por congraciarse con los pobladores, “Felipón” y el geólogo de Martinique Minerals, el guatemalteco Jorge Ríos, ofrecieron compensación por el daño causado a los cercos. Por los cuatro sacos de maicillo que Felipe Tobar perdió le pagaron cien dólares. Pero fue en vano.

El lunes 19 de septiembre, los exploradores fueron expulsados del lugar. Una comitiva de la dirigencia comunal les informó del fallo. “Hemos tomado la decisión de no permitirles trabajar aquí y la empresa tiene que suspender los trabajos”, fueron las palabras de Felipe Tobar. Dos días después, “Felipón”, Robert Johansing, y Jorge Ríos comparecían ante la directiva comunal.

En esa reunión Johansse habló de desarrollo, de empleo, de planes de protección al medio ambiente y finalmente mostró el permiso de exploración otorgado por la Dirección de Minas e Hidrocarburos del Ministerio de Economía para buscar plata, oro, cobre, zinc, plomo y hierro. Lo único que obtuvo fue el compromiso de la directiva de realizar una consulta pública.

A los dos días, Felipe Tobar les tenía una respuesta: “Ya tenemos información de lo que significa si ustedes desarrollan la explotación minera y por esta razón acordamos en la Asamblea General, donde había más de 150 personas, y la respuesta que les traemos es la suspensión inmediata del proyecto, que no invirtieran más recursos porque ese proyecto no va a prosperar”.

Pero la empresa fue perseverante. Contrató a cinco lugareños y comenzó a negociar tierras con algunos propietarios, de manera individual.

De los cinco mil habitantes que contabiliza el alcalde municipal, Felix Lara, solo 120 tienen empleo: los que trabajan para la alcaldía, los maestros de la escuela, y los policías. El resto vive de lo que cultiva. En estas condiciones, el trabajo ofrecido por Martinique Minerals era como agua en el desierto.

La empresa paga ocho dólares diarios por una jornada de cuatro horas y doce dólares los fines de semana. “El trabajo era recoger unas dos o tres piedras y por eso les pagaban. A cualquiera le ponían el cielo en los pies”, comenta Miguel Torres, un joven de 24 años que alguna vez estuvo interesado en trabajar para la empresa.

Miguel es graduado como técnico en computación y trabaja para el centro cultural del pueblo. Su salario es de 60 dólares al mes. Trabajando para la cooperativa de la comunidad, un obrero puede hacerse de cinco dólares diarios. “Pero mecateado”, aclara el alcalde Lara.

La comunidad fue severa con quienes aceptaron los trabajos. Ese es el caso de José López, uno de los ex empleados de los mineros. “Yo antes iba a jugar naipes al quiosco, pero ahora ya no subo porque estos cerotes me dijeron que yo era un contrarrevolucionario, que era un oreja de la compañía, ¡¿qué no me dijeron?! Yo no sé quién dirá la verdad, la cosa es que uno se alivianaba con los billetes, si uno lo hace por la necesidad”, se queja López.

A Roberto Tobar, uno de los vecinos que negociaba la venta de unas manzanas de tierra con la compañía, incluso le cerraron los accesos a su parcela.

“Es que nosotros pensamos en toda la comunidad, no en el beneficio de unos pocos. ¡Claro que pagan bien! Pero ¿Es correcto que toda la comunidad se chingue por unos pocos que se están beneficiando?”, aclara, de nuevo, el presidente de la directiva.

La emboscada

La empresa minera es tozuda, ciertamente, pero los habitantes de Las Flores tienen sus métodos de persuasión. Una mañana de principios de octubre unas doscientas personas prepararon una auténtica emboscada unos kilómetros antes de la entrada al pueblo.

Más tardaron los vehículos de la compañía en aparecer que los lugareños en detenerlos. Vidal Recinos; el geólogo guatemalteco; Patrik, otro geólogo canadiense de la empresa; y cuatro trabajadores, tuvieron que escuchar, durante más de cuarenta minutos, los regaños del alcalde, el presidente de la directiva, dos párrocos de la zona y algunos líderes comunales.

“Les dije: ‘¡mucho les está valiendo riata lo que hemos hablado y están haciendo lo que le da la gana! Aquí se van a convencer que con este pueblo no se juega. Por favorcito, se me van a retirar y ya no los queremos ver aquí’. Al canadiense le temblaba el bigote, la gente tenía ganas de verguiarlos. Afortunadamente no hubo necesidad, nos guardamos esas energías para otra ocasión”, relata Felipe.

Terminados los regaños, los empleados de la empresa fueron escoltados por los vehículos de la comunidad algunos kilómetros. Esa fue la última vez que empleados de la compañía aparecieron en la zona.

“Fue una acción intimidatoria, nos insultaron y nos privaron la libertad”, protesta “Felipón”, quien asegura que Martinique Minerals no va a desistir de su intención de buscar yacimientos de oro.

Del otro lado, Tobías explica que están dispuestos a llegar “hasta las últimas consecuencias” para detener la exploración minera.

Pese al rechazo, los ejecutivos siguen siendo optimistas. Bill McGuinty, vicepresidente de exploración de Intrepid Minerals Corporation, empresa socia de Gold Martinique, dijo a El Faro desde Canadá: “Estamos enterados de la situación en Las Flores, pero tengo entendido que últimamente ha habido un cambio en la actitud de algunos pobladores de esa zona. Nosotros entendemos la preocupación de esta comunidad y por eso también es que queremos realizar reuniones con ellos para involucrar a la comunidad y explicarles de qué se trata nuestro trabajo, entonces estamos preparando algunas propuestas para que la comunidad se involucre”.

Pero, en sentido contrario a las expectativas del canadiense, Felipe Tobar da por zanjado el asunto: “Mire, estas tierras nos han costado sangre, yo vi morir a siete de mi familia en una sola noche… tanta gente que dejó la vida para que ahora vengan estos a arruinarnos… si no nos morimos en la guerra pues estamos dispuestos a dejar la última gota de sangre aquí si es necesario, pero de que no entran, no entran”.

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