MAC/20: Minas y Comunidades

Declaración De La Guajira

Published by MAC on 2006-05-24
Source: Declaración de la Guajira

Declaración de la Guajira

Riohacha, mayo 24 de 2005

Entre los días 20 al 24 de mayo nos dimos cita para realizar el proceso pedagógico "Expedición Energética de la Guajira", con el fin de hacer un balance ambiental que diera cuenta de los impactos y las transformaciones en la naturaleza y las comunidades afectadas por los proyectos energéticos de esta región del país. La Expedición contó con la participación de cuarenta y cinco personas, hombres y mujeres, miembros de organizaciones indígenas, campesinas, de pescadores, de jóvenes, de comunidades negras, de trabajadores y ambientalistas procedentes de todos los rincones de Colombia, de Venezuela, de Costa Rica, de Bolivia, de Brasil y de Cataluña - España.

Nos convocó La Guajira que se destaca por poseer grandes yacimientos de gas, de hidrocarburos y de carbón, y un gran potencial de producción de energía eólica, todos ellos en medio de los territorios de comunidades y asentamientos afrocolombianos y campesinos y en resguardos de comunidades indígenas Wayúu, quienes denuncian que a causa de destierros y engañosas e injustas negociaciones han ido perdiendo sus territorios y culturas.

Recorrimos la Guajira en dos grupos que partieron uno al sur y otro al norte. No podíamos dejar sin recorrer la joya del patrimonio del pueblo guajiro: el río Ranchería. Allí nos bañamos en sus aguas cristalinas. La gente dice que el río está amenazado por la construcción de un proyecto multipropósito que pretende privarles del derecho al agua, fundamental para la existencia del ser humano. Sin embargo, sorprende encontrar comunidades enteras que desconocen las implicaciones de este proyecto que transformaría sus vidas, su cultura y su territorio. La gente ve negado su derecho constitucional de ser informados y consultados. Los testimonios dan a entender que tras el discurso del desarrollo se legitiman procesos de privatización del agua que favorecerán a los negociantes de la vida y privarán al pueblo guajiro del disfrute de las aguas de su río. Ellos advierten que no sólo recibirán los impactos propios de la represa, sino que además tendrán que pagar por el agua que ha sido y es suya.

Recorrimos el Valle del Cerrejón, y nos encontramos con comunidades negras, indígenas y alijunas1 afectados por las actividades mineras, que durante 25 años han transformado el paisaje. Es patética la descripción que wayúus y afrocolombianos hacen de estas explotaciones de carbón, como un hueco que se mueve destruyendo sus culturas y despojándoles y desplazándoles para favorecer intereses ajenos a los habitantes y sí favorables a las transnacionales que se apropian de su riqueza y territorio ancestral. La gente percibe que esta energía 1 Alijuna es la palabra utilizada por el pueblo wayuú para referirse al hombre blanco.

que se produce para satisfacer el endemoniado progreso impuesto por los países desarrollados con la conveniencia de los gobiernos de turno, transforma y destruye los ritmos de la naturaleza y las culturas. Visitamos algunas de las tantas comunidades, como Palmarito y Tabaco, que los proyectos mineros, a través de desplazamientos forzados, han desalojado, desaparecido y desarraigado. La gente denunció cómo las empresas operan sin respetar el derecho constitucional a la consulta, a una justa indemnización y reubicación. Frente a sus derechos la gente advierte la renuencia del Estado y las transnacionales que no asumen cabalmente sus responsabilidades y sólo destinan migajas, en muchos casos administradas por entidades no gubernamentales que desarrollan actividades que maquillan los problemas y distribuyen escasos fondos sin criterio de equidad y sin respeto a las estructuras colectivas de su cultura, erosionando el tejido social y provocando la división y la fragmentación de las comunidades.

La codicia mueve a las transnacionales. Se podría hacer cuentas de las cantidades de dinero que produce la explotación de las riquezas guajiras, por ejemplo en el caso del Cerrejón que produce 84 mil toneladas diarias de carbón, que tiene un precio de 50 dólares tonelada, mientras las poblaciones afectadas asumen los pasivos ambientales y culturales y deben luchar durante años para que algún derecho les sea reconocido.

Poblaciones enteras viven en medio de los riesgos ambientales que genera el proyecto carbonífero desde la mina hasta el puerto. La gente señaló que el cristalino río Ranchería que nace en la montaña, al llegar a la mina se convierte en una masa de sedimento que recibe la carga de los residuos del proceso de extracción minera con los consecuentes impactos en todas las cadenas de la vida. Nosotros vimos morir el río como un lodazal cuando desemboca en el Caribe. El polvillo del carbón cubre cada espacio de vida: está presente en los árboles, los animales, las viviendas, los jagüeyes y el mar, con las consecuentes implicaciones en la salud humana, animal y de los ecosistemas. El polvillo se desplaza de sur a norte desde Albania a Puerto Bolívar en la medida que el tren viaja por esa carrilera que deja una cicatriz de 150 Km., que hiere y fragmenta el territorio Wayuú. La empresa dice que está en los límites permisibles pero la gente simplemente se come el polvo. El ruido está presente 24 horas al día, 365 días al año, en todo el proceso minero, habiendo transformado la vida silente con la que estos pueblos han vivido desde tiempos ancestrales.

Para las gentes que entrevistamos, las empresas les expropian del territorio y erosionan sus prácticas tradicionales y sus modos de subsistencia - como la agricultura, la caza y la pesca - y, además, limitan su libre movilidad. La gente se lamenta de que el Estado brinde más garantías a las empresas poniendo a su servicio los entes de seguridad estatal que pagan con sus impuestos, mientras que sienten que sus derechos son abandonados y que las autoridades nacionales no defienden la soberanía de su territorio, ni los derechos de sus habitantes.

La codicia de la que nos hablan los habitantes de la Guajira es tanta que ya ni el viento se escapa. El parque eólico de Jepirachi que se vislumbraba como la alternativa de un proyecto energético más sustentable, al servicio de los pobladores, no brinda oportunidades para los habitantes de las comunidades Arutkajui y Kasiwolin. La gente nos hace saber que mientras las Empresas Públicas de Medellín -EPM- convierten el viento en ganancia a través de las negociaciones de comercio de emisiones, ellos no reciben ningún watio de esta energía. Sin embargo, ellos nos enseñan la publicidad que EPM utiliza para vender supuestos beneficios sociales y aportes a las comunidades. Los Wayúu se sienten engañados por la empresa, mientras viven en medio del proyecto que ha transformado drásticamente su paisaje.

Es apreciable la riqueza energética de esta región, sin embargo el pueblo guajiro está cada vez más empobrecido y su cultura más amenazada que hace unas décadas cuando varios de estos proyectos iniciaron. El territorio se vacía cada día de materia y energía, el carbón se va, el gas se va, muchos de los suelos productivos se van con las lluvias y desaparecen, el trabajo se va, el agua limpia se acaba, el río pierde sus aguas y la gente se queda sin trabajo, sin recursos, sin agua; parece que hasta el buen vallenato se acaba. Sólo quedan los basureros, el lodazal, los empaques y las bolsas plásticas que inundan el mar y las calles, y los niños y las niñas desnutridos escarbando entre las basuras. Las gentes pagan cifras que consumen sus escasos ingresos para obtener unos pésimos servicios públicos. La energía que reciben es de mala calidad y se les suspende el fluido intermitentemente; el agua es poluta y las basuras les agobian. Un pequeño grupo trasnacional se queda con los beneficios y algunos de los ricos y los políticos medran a su alrededor.

Es evidente que la renta que generan estos proyectosno ha contribuido a mejorar los servicios públicos ni el bienestar de la gente, menos aún la sustentabilidad de la región. Recorrimos los barrios de la ciudad de Riohacha y evidenciamos los pésimos servicios de saneamiento básico que generan repercusiones negativas en la salud de los pobladores. Visitamos el botadero de basura de la ciudad y nos sorprendió encontrar a niños y niñas wayuú que deben trabajar en las peores condiciones para ayudar a subsistir a sus familias, mientras los recursos de regalías se pierden en medio de toda impunidad.

Para la sustentabilidad de esta región bastaría que no hubiese corrupción, que no hubiese sobornos, que se gobernara para el beneficio y la soberanía de la nación, para la vida sencilla de la gente. Por todo ello, las organizaciones participantes en la Expedición hacemos un llamado a:

Las autoridades ambientales y competentes para que se haga una
evaluación histórica de los impactos socioambientales de la explotación
minera luego de 25 años.

Al Estado Colombiano para que, mediante un plan de mitigación y compensación adecuado, garantice los derechos de las comunidades negras, indígenas y campesinas afectadas.

Al Estado colombiano y las empresas transnacionales para que reconozcan los derechos de los pueblos y sus derechos territoriales.

Al pueblo colombiano para que se movilice para transformar este modelo de desarrollo que destruye y arrasa la gente y la naturaleza.

A la Exxon, operadora por 20 años del proyecto, y a Angloamerican, BHPBillington y Glencore para que reconozcan la deuda ecológica que tienen con esta región y el pueblo colombiano.

A los pueblos del Norte del Planeta para que asuman una actitud crítica frente al comportamiento de sus empresas y las implicaciones que tiene su modelo de vida y desarrollo.

Las organizaciones participantes seguiremos trabajando para que:

Los ríos sigan siendo de la gente, para que fluyan vivos y libres, para que sigan recreando la vida.

A los pueblos negros, campesinos, e indígenas, las mujeres, los niños y las niñas les sean reconocidos sus derechos.

La Guajira y Colombia disfrute de su patrimonio y sus bienes naturales y construya la sustentabilidad y la paz.

No sigan existiendo megaproyectos que sólo benefician al capital transnacional y a la elite nacional.

Porque creemos en la sustentabilidad, la diversidad y la vida, seguiremos comprometidos con la Guajira y sus gentes.

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